Ricardo Llevata escribió (no recuerdo dónde lo hizo, ni quién es, porque este post es del año 2000, recuperado de las profundidades de mi disco duro):
[…] La única riqueza que puede establecer distinciones entre los seres humanos sólo puede proceder de la «transformación» de las materias primas por medio del trabajo, esa es la única riqueza que contiene un substrato «mercantil». Sólo se pueden vender «mercancías», no naturaleza sin transformar.
El trigo, la harina, los minerales… son materias primas sin transformar que, pese a representar una mínima parte de la riqueza global (en términos del capital que movilizan), siguen sustentando la economía mundial y a la sociedad en la que se desarrolla… al menos mientras los humanos sigamos viviendo como hasta ahora. La riqueza puede o no crearse, pero la materia no puede: Para hacer un microprocesador de 120 Euros hace falta comprar silicio, bastante más barato, por cierto.
Por lo tanto, tendrían que ser los trabajadores, que convierten un no-valor previo en un valor-mercancía los que se enriqueciesen con su trabajo. Pero ello no es así porque existe algo que se llama «explotación» y que determina que el capitalista «compra» el trabajo asalariado por un valor-precio muy inferior al que su utilización le reporta al vender en forma de precio-mercancía. El trabajo es una mercancía más que, utilizada por los previamente ricos, los enriquece aún más, sin que ello conlleve para los asalariados más que el derecho a una supervivencia, más o menos digna, mediante la nómina.
Esto ocurre porque las personas normales, con una posesión de riqueza limitada, no disponemos de los medios necesarios para la creación de riqueza transformando materias primas mediante nuestro trabajo. Por ello, nos vemos obligados a vender nuestra capacidad laboral a un empresario, capaz de movilizar esos medios de producción, para no morirnos de hambre.
El empresario, que sabe que necesitamos crear riqueza para subsistir pero no disponemos de los medios para tal creación, ofrece empleos como operador de sus medios de producción a cambio de una pequeña parte de la riqueza creada en función de la «participación» que cada uno tiene en el proceso, que incluye la compra de la maquinaria (oficinas, ordenadores, programas, mobiliario, luz, teléfono… ).
Aprovecha que el trabajador se encuentra en inferioridad y le roba, amparado por la legalidad y el orden social, una buena parte del beneficio que le corresponde a este. Sólo la liberalización de los medios de producción (haciendo que todos los trabajadores tengan la misma participación en la empresa, es decir, que la empresa sea de todos los trabajadores y no los trabajadores de la empresa) puede acabar con este orden laboral tan injusto que sigue siendo el mismo (en sus principios básicos) desde la Revolución Industrial, aunque se haya suavizado mediante iniciativas como la co-participación de los trabajadores en la gestión de la empresa o la «Responsabilidad Social Empresarial«.
EL TRABAJO ES LA FUENTE DE TODA RIQUEZA. Pero esa riqueza queda en manos de los capitalistas. Ese es, en esencia y hasta ahora, el funcionamiento del sistema. Y, por tanto, no podrían existir ricos-capitalistas sin pobres-asalariados (¿a quién explotar, entonces?). La Riqueza y la Pobreza son conceptos vivos y concretos que no pueden existir el uno sin el otro. En un modelo social más igualitario, sin explotación, la idea del «rico» resultaría tan absurda como la idea del «pobre». Sólo se puede ser más rico «que alguien» y, sí no existe el término «pobre», la idea-comparación de riqueza» pierde toda virtualidad.
En mi opinión, hoy en día es la riqueza la fuente de toda riqueza, puesto que donde no hay riqueza no se puede transformar nada: por falta de medios o por falta de materia prima. La Bolsa sube, pero sólo ganan aquellos que tienen dinero suficiente para invertir en ella; los bancos incrementan sus beneficios, mientras sus empleados malviven subcontratados. En definitiva, es el que tiene la riqueza el que puede movilizar los medios suficientes para crear más, en un torbellino vicioso al que la gente normal no puede acceder con facilidad (el mundo empresarial) o, si lo hace, asumiendo grandes riesgos.
Evidentemente, los términos «rico-pobre», en cuanto que se refieren a una comparación de los niveles de riqueza, son mutuamente dependientes. Sin embargo, esto no implica que sólo puedan ser ricos unos pocos y pobres el resto. La aplicación práctica de estas ideas podría hacer que la distribución piramidal de la riqueza derivada del capitalismo se trasformara en una estructura elipsoidal más justa (aunque siempre habrá ricos y pobres).
«Sí hay ricos es porque hay pobres. Y lo triste es que los ricos lo son a costa de los pobres. » (Karl Marx).
Que gran verdad, lástima que nadie haga nada al respecto.
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